martes, 4 de diciembre de 2007

EL DERECHO DE DECISIÓN




LA CATALUÑA DE BURIFARRA Y BARRETINA


En la Cataluña de butifarra y barretina –sustitutiva de la España machadiana de charanga y pandereta- siempre se habla de derechos: ¡jamás de obligaciones!

A veces hasta se habla de determinados derechos jugando con el engaño y la confusión; así, lo que siempre se había llamado “derecho de pernada”, ahora y aquí, en la Cataluña ultra-post-nacionalista, se le llama “derecho de decisión”.

La decisión si es condicionada es menos decisión. Y en Cataluña, ya que desde los tiempos del legendario héroe local Jordi Pujol, las decisiones no las toma el pueblo si previamente no a sido convenientemente aleccionado, durante los años que sea menester, para que los beneficios ,que aunque se oculten siempre los hay, reviertan en quienes también es de menester; casualmente, siempre los mismos, para qué engañarnos: la burguesía catalana y sus siervos aburguesados neocatalanes.

Curiosamente ahora, en que todos los elefantes del mundo parecen haber entrado en todas las cacharrerías de Cataluña (AVE, fracaso escolar, falta de inversión, Carmelo, etc.), los siempre favorecidos, los del derecho de pernada, nos pasan por los morros ese supuesto derecho de decisión del pueblo, pretendiendo hacernos creer que es un derecho consuetudinario. Como si no fuesemos capaces de deducir que las “costumbres” que darían paso a ese supuesto derecho, son tradiciones impuestas por los que mucho tienen que ganar; verbigracia, en el caso de Montilla una presidencia bien retribuida o el de algunos –léase, por ejemplo, los “carods”, de turno- que bien poca cosa serían si no ejerciesen su palanganera servidumbre de la gleba.

Quizá, si el pueblo hablase por sí mismo, sin estar condicionado por las imposiciones subrepticias, que encubiertamente van coartando poco a poco su libertad, lo que les demandaría sería que cumpliesen con los deberes dimanantes de sus cargos, que afrontasen las obligaciones contraídas al aceptar sus mandatos, para que todo funcione mejor y para que se dejen ya de tanto circo destinado al embrutecimiento de ese pueblo, al que tanto dicen amar.

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